Título: Die Atombombe: The Reich's Bid to Build the Bomb
Año: 2019
Autor: Steven Cunliffe
Diseño gráfico: Mark Mahaffey
Editor: Against the Odds
Duración
aprox.: 90-120 min.
Jugadores: 2-5
Dificultad: 2/5
Dependencia del idioma: Reglamento y cartas
Un juego al que ya le tenía
echado el ojo desde que fue anunciado, y que he adquirido al poco de ser
publicado con el nº 50 de la revista de wargames Against the Odds. Además de que la
temática me resultaba interesante, venía firmado por un autor, Steven Cunliffe, que ya me ha proporcionado buenos ratos con
previos trabajos suyos como The
Hell of Stalingrad y The
Fires of Midway.
Tablero central donde se siguen los avances del enemigo y de los jugadores y se exponen los recursos disponibles. |
Hasta 5 jugadores lideran un
equipo de científicos en la Alemania de la II Guerra Mundial que investiga,
cada uno por su cuenta, el desarrollo de la bomba atómica. El objetivo de estas
facciones no es necesariamente común, y a algunos les puede interesar que las
investigaciones lleguen más o menos lejos, o que la contienda bélica se alargue
o se acorte.
Die Atombombe es un juego
de cartas –un elemento que le gusta mucho a su autor–, con un tablerito central
en el que se regulan los avances de las facciones y otra información básica.
Comenzaremos con nuestro director del proyecto y con nuestro objetivo secreto,
y poco a poco intentaremos ir avanzando en la consecución de nuestra meta,
reclutando más personal y acumulando los escasos recursos que quedan a nuestro
alcance, todo ello mientras soportamos los bombardeos de los aliados y la
amenaza del ejército soviético se vuelve cada vez más patente conforme las
tropas de Stalin avanzan hacia Berlin. La partida acabará precisamente cuando
se de este suceso histórico, o antes si se ha logrado construir la bomba
atómica o, bajo determinadas circunstancias, una menos sofisticada “bomba
sucia”. Ni siquiera esto nos asegura la victoria, ya que entonces los jugadores
revelarán su objetivo secreto y calcularán los puntos obtenidos según los
requisitos de este que hayan alcanzado.
Cada jugador tendrá un director de proyecto y un objetivo secreto |
Tras enderezar las cartas
agotadas (o “drenadas”) en el turno anterior y reponer el mercado de recursos,
comenzaremos cada turno extrayendo una carta de acción enemiga y aplicando sus
efectos, que pueden ir desde reducir drástica y definitivamente la oferta del
mencionado mercado hasta agotar o eliminar parte de nuestros recursos
personales, cartas en mano o puntos de influencia, que vienen a ser la moneda
con la que en el juego reclutamos nuevos científicos, compramos recursos y
pagamos las cartas que jugamos en general. Con casi todas las cartas del
enemigo aparecidas, el marcador del ejército soviético se irá acercando a
Berlín, y con ello al final de la partida. Contra más cerca esté este de la
capital del III Reich, más caro saldrá comprar en el mercado negro, aunque
también, por el contrario, se irá ampliando nuestra mano de cartas.
Cobraremos nuestros puntos de
influencia, se determinará la iniciativa y repondremos nuestra mano de cartas, llegando entones al corazón del
juego: la Fase de Acciones, en la que, entre otras cosas,
intentaremos normalmente avanzar hacia nuevas etapas en la investigación de la
bomba atómica. Para hacerlo, es necesario reunir primero los recursos que nos
pide el siguiente nivel, que deberemos tener entre las cartas reveladas en
nuestra zona de juego, las que tenemos en mano y los que compremos en el
mercado negro (hasta tres). Además, los demás jugadores podrán también aportar
recursos para nuestra investigación. Finalmente, reuniremos los dados que nos
proporcionen nuestras cartas y haremos una tirada, debiendo superar la cantidad
indicada en el tablero para llegar a la siguiente fase de la investigación (es
posible elegir tres niveles de dificultad, siendo, pues, la cifra a obtener con
los dados, variable según ello). De nuevo, los jugadores podrán aportar o
quitar dados a nuestra tirada. El juego busca la competitividad entre los
jugadores, habiendo muchas cartas de intriga cuyo fin no es otro que el de
perjudicar a los rivales, pero a menudo nos convendrá también hacer pactos
duraderos o momentáneos con otro equipos científicos para lograr nuestro
objetivo.
Al acabar la partida de
cualquiera de las tres maneras posibles ya descritas (la bomba sucia sólo puede
fabricarse si los soviéticos están a punto de llegar a Moscú, en la última fila
del medidor de avance), calcularemos nuestra puntuación según nuestra carta de
facción. Podemos ganar puntos por alcanzar determinada etapa de la
investigación, por acumular un recurso concreto y por la cercanía o lejanía del
ejército soviético. Además, hay una carta especial en el mazo, Moral Qualms, con la que es posible
proclamarse único ganador únicamente si el enemigo llega a la capital. No
obstante, dicha carta es una espada de doble filo, pues si alguien la descubre
en nuestra mano durante la partida, puede hacer que perdamos todos los recursos
y científicos que tengamos revelados.
Die Atombombe es un juego bastante sencillo y con una secuencia
lineal y clara del que destacaría la enorme interacción que promueve entre los
participantes. No estamos, ni mucho menos, ante uno de esos eurogames que
parecen para autistas en los que cada jugador se preocupa de cumplir su
objetivo y prácticamente ni se relaciona con los demás. No es una crítica; me
gustan los eurogames, pero en muchos de ellos echo precisamente de menos que no
exista esta interacción y se fomente el “pique” y la competitividad entre los
jugadores.
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