domingo, 5 de octubre de 2014

Panamax

Dejo breve constancia de la igualmente corta estancia del juego Panamax en mi ludoteca. El juego diseñado por los portugueses Gil d'Orey, Nuno Bizarro Sentieiro y Paulo Soledade y publicado por la empresa compatriota de estos MESAboardgames (con reglamento en castellano inclusive) acaba de aparecer aprovechando que este año se cumple justamente el centenario de la construcción del Canal de Panamá. En él, de 2 a 4 jugadores representan a modernas compañías marítimas que cumplen contratos para distintos países transportando mercancías de uno al otro lado del canal. Los participantes manejan tanto su propia empresa como su administración personal, ya que será nuestro dinero particular el que podrá darnos la victoria al final de la partida si superamos con él al de los demás jugadores, mientras que el dinero de la compañía nos servirá para las distintas gestiones que permite el juego.

Dispondremos de cuatro fichas de barco con distintas capacidades en las que podremos cargar las mercancías de los contratos (representadas por dados), y también de otros barcos especiales que podremos manejar (militares, cruceros, etc). De hecho, en la partida podremos, no sólo cargar nuestra mercancía en los barcos de otros jugadores, sino incluso mover éstos si queremos. Los barcos que logran cruzar el canal y llegar a su destino reciben dinero, puntos y otras bonificaciones de los que se beneficiarán los propietarios de cada nave y de cada dado de mercancía.

La tarea de los jugadores será pasar barcos de un lado a otro del canal


Básicamente, en las tres rondas que dura Panamax utilizaremos los dados blancos que se ponen en el centro del juego (cuatro por jugador) para realizar nuestras acciones. Hay que hacer notar que estos son los únicos dados que se tiran durante la partida, ya que los de los jugadores (en color) son en realidad marcadores cuya cara pondremos conforme a la cantidad de mercancía que carguemos. Básicamente se pueden hacer dos tipos de acciones: de movimiento, y de carga/contrato. En función de la posición del dado elegido, tendremos opción a acciones más o menos versátiles y provechosas. Cogeremos contratos para cargar barcos, y moveremos por los canales y esclusas, no sólo nuestros barcos, sino también como ya se ha dicho los de otros jugadores si nos interesa. De hecho, se pueden “empujar” barcos que nos impiden el paso a las casillas a las que queremos entrar.

Una serie de acciones más limitadas y especiales serán las acciones ejecutivas, que nos permitirán aumentar el valor de nuestra compañía, así como comprar acciones de las de los otros jugadores. De todas podremos sacar provecho económico cuando se coticen al final de cada ronda, aunque al final de cada una de estas también tendremos que pagar por contratos incumplidos y por barcos que no hayan acabado su trayectoria.

Gestionaremos nuestra compañía y nuestras inversiones personales por separado

Trabajar para los distintos países nos proporcionará fichas de bandera de estos, con interesantes bonificaciones y acciones extra conforme las acumulemos en nuestra libreta. También tendremos opción a una serie de cartas de personajes como el capitán, el estibador o el asesor financiero, que permitirán mover o cargar (las dos primeras) más de lo normal, y recibir puntación extra al final del juego (la última) en base a posibles combos.

Y ahora viene la pregunta del millón: ¿por qué me he deshecho del juego? Pues por supuesto es una cuestión de simple gusto personal (bueno, y más que personal, como enseguida explico). Simplemente las mecánicas del Panamax me han resultado algo extrañas y difíciles de asimilar (el reglamento ya me costó por sí mismo bastante de entender). Tras una primera y única partida, mis compañeros y yo nos quedamos más bien despagados con el juego. No nos supo a nada, nos pareció frío y poco emocionante, y no tiene nada que ver con que esté mal diseñado, que no lo está. ¿Le debíamos haber dado otra oportunidad a Panamax? Seguramente sí, pero la sensación de decepción fue tan enorme y la primera impresión tan negativa, que decidí ponerlo a la venta escasos días después de comprarlo, por supuesto con la consiguiente pérdida de dinero. 

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