Después de cerca de veinte años
rescato este juego de la estantería para una partida veraniega. Inevitablemente,
los recuerdos y la nostalgia se agolpan en mi interior conforme voy repasando
sus reglas y componentes. Recuerdos de cuándo fui a comprarlo a Ludómanos, en
Valencia, hace ya más de dos décadas, tras un breve viaje en tren acompañado de
mi primo y de un compañero de nuestro añorado Club Draken; recuerdos de la
asombrosa, variada y admirable oferta que la marca Games Workshop
tenía en aquellos tiempos, mucho antes de caer en la lamentable
decadencia en la que ahora parece regodearse, recuerdos de las primeras
partidas a Mighty Empires y de
algunas posteriores, varios años después, cuando nuestra asociación compró su
propia copia del juego y la mezclamos con la mía para poder jugar con más
gente, y recuerdos, cómo no, de una época más feliz que creo que es inevitable
echar de menos.
Despliegue inicial. El mapa varía de partida en partida, al igual que el contenido de los reinos de los jugadores |
Mighty Empires fue diseñado por Rick Priestley
y Nigel Stillman y pubicado por la legendaria
empresa británica en 1990 concebido como un sistema para organizar campañas a Warhammer Fantasy Battles: cuando los
ejércitos de los jugadores se encontraban en el mapa del juego, se detenía la
partida y se pasaba a librar esa batalla en el habitual tablero con
escenografía y figuras Citadel. Naturalmente, esto podía dar lugar a sesiones
de varios meses o semanas de duración, entre una cosa y otra. Alternaticamente,
Mighty Empires podía jugarse también
por sí solo con algunas simplificaciones, y así es como lo he jugado siempre yo
y esta será la versión que reseñaré, ya que no empecé a jugar a WHF hasta algunos años después de
comprar el juego reseñado y nunca se me ocurrió mezclarlos (de hecho, no sé ni
si la versión de Fantasy que yo tuve
era compatible con Mighty E.).
Dispondremos de ejércitos y barcos |
El tablero se monta entre todos
los jugadores siguiendo unas pautas lógicas, lo que quiere decir que el mapa es
diferente de una partida a otra. Las losetas de cartulina representan
diferentes tipos de terreno (montaña, llano, río, costa…) con distintas particularidades en el juego. Cada jugador escoge una capital inicial, coloca
en ella una miniatura de ciudad, y genera el resto de su reino (los seis
hexágonos que rodean a la capital) tirando en una tabla. De salida, nuestro
modesto imperio podrá tener pueblos, fortalezas, ciudades extra y hasta barcos
si nuestra capital está en la costa. Todos estos elementos, naturalmente,
vienen representados por su correspondiente miniatura, además de los ejércitos
(o estandartes) y de los dragones. En total, Mighty Empires incluye 225 figuritas.
Completado el despliegue,
comienza la partida propiamente. Se divide en 6 turnos de verano, en los que
los jugadores maniobran sus ejércitos y conquistan territorios, y una fase de
invierno en la que se tira por hechizos, eventos, ingresos, diplomacia y otros
conceptos, y se reorganiza y reconstruye cada imperio. Para todo ello, muchas,
muchas tablas y tiradas de dado. Sobra decir con esto que el factor azar es
importante en Mighty Empires, y que
una mala tirada puede arruinarnos una buena estrategia o estropear una buena
gestión. Debe abordarse el título reseñado como un juego ligero y divertido en
el que primará disfrutar “del paisaje” (es decir, de lo bonito que es el mundo
que vamos construyendo y descubriendo) antes que esperar eficaces mecánicas y
elaboradísimas iteracciones, algo quizá común a la gran mayoría de productos de
Games Workshop.
Nuestro imperio se irá extendiendo, aunque será inevitable el conflicto |
En cada turno, el jugador explora
los hexágonos adyacentes a sus ejércitos para ver qué contienen (nada, algún
tipo de asentamiento o incluso un evento), después mueve a ellos si lo desea y,
si contienen tropas de otro jugador o independientes, debe luchar contra ellas.
Se lucha con una simple tirada de dados en una tabla, a la que se le pueden
sumar o restar modificadores en función de las tropas de cada bando y de una
carta de maniobra que se juega de antemano. Cada estandarte puede contener de
500 a 1500 puntos de tropa, lo que se tiene que gestionar mediante el viejo
método del lápiz y papel. También es posible asediar fortalezas y ciudades con
una variante del sistema de combate que permite que este tipo de combate se
alargue varios turnos.
No hay un objetivo concreto
cuando se juego a Mighty Empires por
sí solo (en el reglamento sólo se especifica el método para ganar con
miniaturas mediante el uso de WFB).
Normalmente se juego hasta conquistar la capital de otro jugador, ser el último
sobre el tablero o el que más puntos tenga al final de una serie de campañas
acordadas, valorándose los diferentes tipos de emplazamiento y otras posiciones
en el tablero, así como los puntos de ejército derrotados, para este propósito.
Aparecerán asentamientos independientes que se nos resistirán |
Después de esta nueva partida a M. E. tras casi dos décadas sin jugarlo,
tenía miedo de que me decepcionara y de que me traicionara la engañosa morriña,
pero tengo que decir que lo he seguido encontrando casi tan divertido como
cuando lo descubrí. Vale que no se puede considerar un juego “serio” en el
sentido que he comentado hace unos párrafos, y que se le pueden achacar
defectos como esa enorme aleatoriedad (que hace que, por ejemplo, una vez
comienzas a ir mal, no haya manera de remontar), pero me sigue pareciendo muy
atractivo en el apartado visual y en lo tocante a ambientación, y también es
cierto que me es imposible juzgarlo de una manera totalmente objetiva y fría
por lo mucho que el juego representó para mí en otra época (creo que fue el
primero de su fabricante que tuve, aunque antes había jugado a otros). Por unas
y otras razones, Mighty Empires
ocupará para siempre un lugar especial en mi ludoteca y dudo que me deshaga de
él por muchos años que pasen y aunque no le de uso.
Por cierto, comentar por último
que tuvo una reedición en 2007 bastante diferente en cuanto a presentación (las
losetas era de plástico) y a la que no he jugado. También para la primera
versión incluso se editaron numerosas miniaturas en metal que representaban
edificios diferentes y ejércitos de otras razas como los no muertos. ¡Cuánto
echo de menos los tiempos en que Games Workshop era una gran marca! No es por ponerme
drástico ni ser purista, pero para mí hoy en día prácticamente ni existe,
especialmente después de ese ridículo remozado que ha tenido Warhammer Fantasy, ahora reconvertido en
el penoso Age of Sigmar.
Gracias por la reseña. Muy interesante.
ResponderEliminar¡Gracias a ti por leerla!
ResponderEliminaruouh que recuerdos, el reglamento en español nunca llegó a existir no? me enseño a jugar un colega pero hace tantos años que no me acuerdo del sistema, solo de la tensión que había con los eventos, creo que alguien de mi grupo aun lo tiene, pero del idioma de albion ni papa, gran articulo!
ResponderEliminarPues sobre el reglamento en castellano, ni idea. El problema que siempre le vi a este juego es que no acababa de estar completo si no se compaginaba con WH Fantasy, pero sí, grandes recuerdos de una época en la que Games Workshop ofrecía productos mucho más interesantes y no tan supeditados al marketing y a las ventas.
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