Diseñado por William
Attia y publicado por primera vez en 2005 por Ystari
Games en Alemania (Edge Entertainment
nos brindaría la versión española poco más tarde), Caylus
se ha convertido claramente en uno de los pilares de esa modalidad
relativamente reciente en nuestro hobby que es el eurogame, del que
innegablemente es uno de sus mayores exponentes y de sus títulos más conocidos.
Como muchos otros juegos de gestión, se centra
y ambienta en una ciudad, la urbe francesa de la que toma nombre, y reincide también
en un período tan revisitado en los eurogames como es la Edad Media: de 2 a 5
jugadores deberán colaborar con su monarca para erigir el castillo de la
localidad y hacer que esta crezca a su vez. Para ello, recolectarán los
habituales recursos, construirán edificios e intentarán ganarse el favor del
rey para obtener prestigio y beneficios.
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Final del primer turno, con los edificios iniciales (rosas) y el primer edificio de madera
(marrón, antes de la primera casilla vacía) ya construido |
Tablero,
peones y edificios
La zona principal del tablero de Caylus es un camino de 34 casillas, algo
más de la mitad de las cuales comienzan vacías. Este camino es a la vez una
especie de “contador de turnos”, como se verá después. Las primeras casillas
del tablero tienen, o bien un edificio impreso, o uno de los iniciales, en
forma de loseta, que se colocan al azar. Posteriormente, los jugadores irán
ampliando este camino con nuevas losetas, comenzando siempre en la casilla
vacía más cercana al inicio de la ruta. En otra zona del tablero tenemos el
castillo con sus tres diferentes fases, así como las casillas de favores
reales, que también se explicarán enseguida.
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Edificios, recursos y monedas |
En cada turno, los jugadores dispondrán de
hasta 6 peones o trabajadores en forma de cilindro que podrán colocar en uno de
los edificios del camino o en una de las casillas bajo el castillo, siempre que
ni unos ni otras estén ya ocupados. Colocar a un trabajador nos costará dinero.
Partimos con un pequeño presupuesto variable dependiendo de nuestro orden de
turno (de 6 a 8 monedas), y normalmente recibimos 2 monedas más al comienzo de
cada turno. Conforme los jugadores pasen el turno y dejen de realizar acciones,
los que todavía sigan activos tendrán que pagar mucho más para colocar
trabajadores (¡hasta 5 monedas!).
Los edificios del tablero, por supuesto,
proporcionan diferentes ventajas: unos dan dinero, otros favores reales, otros
deciden el orden de turno, etc, etc, aunque sin duda los más usados y
esenciales serán los de producción y aquellos que nos permitan cambiar
recursos, venderlos o comprarlos. Los recursos de Caylus son piedra, madera, tela, comida y el más escaso y cotizado
oro, que no puede conseguirse hasta más avanzada la partida. Estos recursos nos
servirán, a su vez, para otros propósitos, como construir nuevos edificios.
Conforme progresemos en el camino y avance el juego tendremos opción a mejores
y más beneficiosos edificios: primero serán los de madera, luego los de piedra,
después las residencias y, finalmente, las maravillas. Todos ellos nos darán
puntos de prestigio, que, naturalmente, son los que determinan la victoria.
Además, señalaremos los edificios que erijamos nosotros con una casa de nuestro
color y, sin son usados por otro jugador, recibiremos por ello 1 punto de
prestigio cada vez.
El
castillo
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El castillo, con sus tres diferentes etapas |
Veamos ahora la ya avanzada construcción del
castillo: todos los turnos, los jugadores tienen la opción de colocar uno de
sus peones en esta zona del juego. Cuando llegue el momento al final de turno,
podrán aportar lotes de productos (tres, uno de los cuales debe de ser comida)
para colaborar en la obra. Por cada lote, podrán situar en la zona oportuna una
de sus casas. Por el simple hecho de hacer esto, se recibe un número fijo de
puntos de prestigio cada turno, y además puede obtenerse un favor real si se
aportan más lotes que los demás jugadores. El castillo tiene tres fases:
sótanos, almena y torre, cada una de las cuales concluye, en este orden, en un
determinado momento del juego, tal y como se indica en el camino principal.
Cuando se valora cada fase, se reciben favores reales extra, o incluso es
posible perder puntos de prestigio si no se ha participado en alguna de ellas.
Preboste
y alguacil
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Los favores reales: puntos, dinero, recursos... |
Cuando los jugadores han colocado la
totalidad de sus peones o decidido que no quieren usar más, se “repasa” el
camino, en orden, y se utilizan los edificios, retirándose los peones que
hubiera en ellos. Acabado esto, llega el momento de presentar a dos curiosos
personajes que deciden prácticamente el transcurso del juego: el preboste es
una pequeña ficha blanca que parece una pastilla, mientras que el alguacil es
una ficha del mismo color pero bastante más alta. El alguacil señala qué edificios
van a dar provecho a sus usuarios y cuáles no: aquellos situados por delante de
él en el camino no servirán y los jugadores que hubieran usado peones en ellos
habrán perdido la acción. Esto no es tan fácil de prever, ya que el alguacil
puede ser movido por todos los participantes, tanto usando un edificio como
pagando. Esta es una manera ideal de fastidiar a nuestros oponentes, retrasando
la ficha del alguacil y haciendo que los edificios que pensaban utilizar queden
inútiles. Por su parte, el preboste hace un poco las veces de contador de turno
y avanza cada turno 1 o 2 casillas en función de la situación del alguacil.
Cuando el preboste alcanza las casillas pertinentes, se evalúan también cada
una de las casillas del castillo que hemos visto, e igualmente señala el fin de
juego en la última de estas fases, momento en el que el dinero y los recursos
sobrantes pueden aportarnos algunos puntos extra.
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El preboste y el alguacil alcanzan la última fase: final de la partida |
Valoración
¿Qué se puede decir a estar alturas de un
juego que es ya un clásico con tan sólo quince años de vida? Divertido, redondo y bien diseñado, algo estresante a veces cuando tienes que decidir cómo repartir tus peones por el tablero (siempre y cuando no se te adelanten los rivales), es un
título que merece estar en toda ludoteca, especialmente en las de aquellos que
prefieran los eurogames. Se le puede echar en falta un poco de variedad y que
es posible que se haga algo rutinario tras unas cuantas partidas. Téngase en
cuenta que la única aleatoriedad que tiene es la ubicación de las diferentes
losetas de edificio, así que quizá no sea un juego para sacar de la estantería
todas las semanas, pero sí para jugarlo cada cierto tiempo, especialmente para
introducir a profanos en esta variante típica de nuestro continente. Otra
pequeña pega que se le puede poner es que el apartado estético no es nada del
otro mundo, aunque cumple su función, y que las fichas de madera desentonan un
poco con el tablero y las piezas de cartón, algo muy habitual en los eurogames.
Por fortuna, existe una segunda edición remozada estéticamente y hasta una
edición Premium limitada que a mí personalmente me gusta menos por ser
demasiado “cuadriculada”. ¡Ah: y también está la versión con cartas!