Wargame
que descubrí hace poco por casualidad y del que me encapriché por la temática
que trataba, y eso que en realidad, no es precisamente nuevo: la primera
edición de Leningrad apareció
nada menos que en 1979 de la mano de SPI. Posteriormente ha sido reeditado por Decision
Games en dos ocasiones: en 1994 y en el más reciente 2013, año al que
corresponde mi versión. El diseñador original fue Dick Rustin,
aunque otros autores han colaborado en las actualizaciones.
En
el verano de 1941, Alemania invade la U.R.S.S. y el Grupo de Ejércitos Norte se
precipita rápidamente hacia Leningrado, una de las ciudades más importantes de
Rusia, con el objetivo de tomarla. El enemigo se resiste a la captura, y Hitler
decide finalmente sitiar la ciudad para, literalmente, dejar a sus ciudadanos
morir de hambre y de frío. En esta situación estuvieron los habitantes de la
urbe durante más de dos años y medio hasta que pudieron ser liberados, perdiendo
cerca de una tercera parte de su población inicial de 3 millones. A aquellos a
los que les interese el cine, me gustaría recomendarles una película que se
centra en este triste hecho histórico, Leningrado,
dirigida por Aleksandr Buravskiy en 2009.
Pero,
centrémonos en el juego en sí, que es lo que nos interesa, y que intenta más o
menos reproducir la situación histórica, con ciertas libertades –de lo contrario,
no sería tal juego–: en el tablero, el jugador alemán no deberá reproducir el
dramático asedio; muy al contrario, su objetivo será el que tenía inicialmente la
potencia que representa: conquistar Leningrado. Y el de los soviéticos, claro
está, intentar que no lo consiga antes de que acabe la partida (12 turnos).
La
presentación de Leningrad es muy sencilla,
y eso fue lo que me atrajo de él: un pequeño mapa de 18 x 42
cm, alrededor de un centenar de fichas y una partida que se puede acabar
en unas 3 horitas. Y también, claro está, ese sabor “añejo”, a wargame de toda
la vida con hexágonos y tabla de probabilidades… Una de las curiosidades del juego
es que el perdedor de un combate puede elegir repartir los pasos que pierde
entre retirarse o bajas directas. La decisión parece fácil, pero no siempre lo
es, ya que al alemán le interesa conquistar cuanto más terreno posible y va
contra reloj. Y el ruso, pues ya se sabe: ni
un paso atrás…
También
me ha llamado mucho la atención esta curiosa regla: las fichas rusas comienzan
ocultas bocabajo, y ninguno de los jugadores conoce su verdadero potencial
hasta que entran en batalla y se revelan. Esto no pasa con las unidades alemanas
que, de hecho, constan de dos pasos por ficha y no uno solo como su oponente.
Últimos turnos: ¿resistirá Leningrado? |
Por
lo demás, como he dicho, un wargame totalmente clásico en todos los sentidos,
con puntos de movimiento, tabla de efectos del terreno, factores de combate y
todos los elementos clásicos de estos juegos de simulación histórica… Eso sí: sin
hacerse pesado precisamente por sus moderadas dimensiones (en todos los
sentidos), pues algunas mecánicas totalmente populares hace unas décadas han
quedado obsoletas en la actualidad y normalmente sólo son del agrado de los más
inveterados y “aguerridos” jugadores. Me refiero a cosas como estar esperando
una hora entera a que tu adversario tenga que mover tropecientas fichas en un
mapa gigantesco y cosas así…
La
victoria se contabiliza por puntos: el soviético los obtiene sencillamente por
las bajas enemigas; el alemán consigue 30 por cada uno de los dos hexágonos del
norte de Leningrado y 5 por cada uno de los dos hexágonos del sur. Y, aunque la
puntuación del Ejército Rojo nunca va a ser muy elevada porque militarmente
está por debajo de su invasor, atravesar todo el mapa y hacerse con la
codiciada ciudad que da título a este juego tampoco va a ser nada fácil para el
alemán…
A mí me parece una genialidad, tanto el juego como el sistema mismo, en el que uno de los dos bandos no sabe qué valor de combate tienen sus propias unidades, con lo cual las manda al combate totalmente a ciegas. Sencillo, divertido, ágil, rejugable, barato, bastante histórico y más allá de todos los tópicos que rodean a los wargames. Repito: una genialidad.
ResponderEliminarLo que no acabo de entender es históricamente cómo se explica eso de que los rusos no conozcan sus fuerzas... ???
ResponderEliminarPues es el desconocimiento del valor de las unidades del soviético cuando entran en combate. Van a ser héroes o cobardes? Van a comportarse profesionalmente o van a huir despavoridos? Le da una sustancia muy interesante al juego de una forma muy sencilla. Aquí está mi reseña de este mismo juego: http://clubdeestrategia.blogspot.com.es/2013/09/leningrad-la-sencillez-del-verano-del-41.html
ResponderEliminarPues mira, eso no lo pillaba, así que gracias por la aclaración. ;)
ResponderEliminarVoy a poner un enlace a tu blog en la sección correspondiente.
Gracias.
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