Año: 2019
Autor: Damian Mastrangelo
Ilustraciones: Sean Cooke, Chris Rawlins
Editor: Worthington
Games
Duración aprox.: 120
min.
Jugadores: 2
Dificultad: 2/5
Dependencia del idioma: Reglamento
y cartas.
Ya desde las primeras imágenes
aparecidas reconocí fácilmente en este producto de Worthington Games un claro remake
de The Legend of Robin Hood de Avalon
Hill (reseñado aquí)
y, por ser aquel añejo título muy especial para mí (fue el primero de la marca
que tuve), supe que, antes o después, acabaría adquiriendo su nueva versión.
Además, esta adaptaba las mecánicas de los típicos juegos de bloques de
Columbia Games, que me suelen gustar mucho, lo cual hacía aún más atractiva la
compra de este Robin Hood. En realidad, en la versión
original se jugaba con las fichas bocabajo, así que el diseño se prestaba
fácilmente a esta adaptación.
Como en los juegos de Columbia,
en cada uno de los turnos los contrincantes jugarán una carta simultáneamente,
después la revelarán y esta decidirá quién actúa antes. Las cartas permitirán
mover de 1 a 3 grupos de bloques que comiencen en una misma zona, o bien
tendrán un evento, por lo general bastante poderoso. Los bloques muestran un
factor de movimiento y otro de combate con la potencia de fuego y la
iniciativa, además de disponer de una vida o resistencia señalada en cada uno
de los lados del bloque por puntos. Hasta dónde pueden mover viene dictado por
el tipo de terreno al que entran, con un coste mayor o menor de movimiento y
con un límite de bloques que pueden cruzar por cada uno de sus márgenes.
Cuando bloques enemigos acaben su
movimiento en la misma casilla (ambos jugadores mueven antes), tendrá lugar
un combate, que puede durar hasta cuatro rondas. Los bloques se revelan
entonces –como es habitual en este sistema– y actúan en orden de iniciativa,
dictado por la letra que muestran: de A a D, actuando siempre primero los
defensores en caso de coincidir dicha letra. El número que acompaña a la letra
es la tirada máxima que debe salir en el dado para impactar a un bloque
enemigo, y cada impacto reduce en un paso al bloque impactado, debiendo mostrarse
esto rotándose el bloque 90 grados a la derecha. Como ya he dicho, todo
absolutamente igual que en los populares juegos de Columbia.
Mecánicas casi idénticas a los juegos de Columbia |
Además de todo esto, en Robin Hood ambos bandos tienen tesoros,
representados con las habituales fichas de monedas, y es en ellos donde radica
la victoria: Robin Hood ganará en el momento en el que consiga 25 o más de
ellas (lo que logra asaltando castillos o robando carretas), mientras que el
Sheriff lo hará si deja a su enemigo sin dinero durante la partida. El juego
también terminará con la llegada del Rey Ricardo en uno de los últimos turnos
(puede adelantarse en función de una tirada de dado), momento en el que gana el
bando proscrito si sus arcas no están totalmente vacías (es decir, bastará con
un mínimo de 1 moneda). La partida también acaba si muere Robin, ya que los
héroes de su bando pueden ser capturados y llevados a un castillo, donde,
merced a ciertas cartas con el icono de verdugo, irán perdiendo vida hasta ser
ejecutados.
En principio, este juego parecía
muy apetecible por su temática, por sus reminiscencias nostálgicas y por sus
mecánicas, a pesar de que a nivel visual no estuviera especialmente cuidado (el
mapa prácticamente no tiene color, y los números y letras de los adhesivos de
los bloques son pequeñísimos), pero la realidad ha sido que Robin Hood me ha resultado un diseño poco jugable
y con aspecto de no haber sido muy testado, lo que hace que no sea ni dinámico
ni ágil. El jugador proscrito se queda a menudo sin movimientos (sobre todo al
principio de la partida), por lo que parecen innecesarias 5 cartas por turno
cuando sólo se tiene un pequeño grupo de bloques. Parece muy difícil para este
bando reunir un grueso de tropas destacables con el que plantar cara al sheriff,
sobre todo teniendo en cuenta lo complicado que le resulta el combate en los castillos,
que es donde están los rehenes y el tesoro. La impresión que me han dejado unas
pocas partidas es, en resumen y por desgracia, mala, razón por la cual me he
deshecho de este título que me parecía tan prometedor.
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