Aquellos que conozcan un poco mis gustos en juegos podrían pensar que Saboteur es un título un tanto atípico en mi colección, y en realidad así es: es cierto que me gustan juegos que me supongan un mayor desafío intelectual, que sean un poco más largos y, especialmente, que sean de tablero antes que de cartas pero, aún así, esta simpática y ya clásica obra de Frederic Moyersoen ilustrada por Andrea Boekhoff y publicada por Amigo Spiel en 2004 nos ha procurado a mí y a mis compinches no pocos ratos de diversión. Es bien cierto, no obstante, que estamos ante un filler, o un “chorri-juego” –como dicen algunos– que no tiene más objeto que entretener a jugadores poco exigentes durante una breve media horita, y por ello nosotros solemos dejarlo para completar una tarde que normalmente hemos iniciado con algún título más largo y estimulante.
En Saboteur, hasta 10 posibles jugadores toman el papel de enanos mineros que se afanan en cavar túneles en busca de oro. Pero, cuidado: algunos de estos personajes pueden ser uno de los saboteadores que dan título al juego, y su labor será contrariamente impedir a sus demás congéneres alcanzar la preciada veta del dorado metal. Como los roles de enanos “buenos” y “malos” se reparten al azar, la intriga y la tensión y la diversión en las partidas están garantizadas y son el principal elemento y encanto del juego. Incluso puede que en ocasiones ni siquiera haya saboteadores en el juego, pero aún así la paranoia está servida.
Se reparte un número de cartas variable por jugador que se van jugando alternativamente. Previamente se ha dispuesto la zona donde desarrollar la partida: una carta de entrada a la mina desde la que parten los jugadores, espacio suficiente para siete cartas y, al final de éste, una de las tres cartas objetivo, con la segunda y la tercera respectivamente debajo y encima de ella, separadas con el espacio correspondiente a una carta. Será labor de los jugadores ahora usar las cartas de camino de su mano para trazar, desplegando cartas a partir de las ya existentes, una ruta hacia las cartas objetivos, estas tres bocabajo y una de ellas conteniendo el codiciado oro.
Los enanos buenos deberán trazar un camino desde la entrada (carta de más a la derecha) hasta la carta que contiene el oro (una de las tres marrones de la izquierda). |
Hay, además, un segundo tipo de cartas, llamadas “de acción” y que dan variedad a la partida, y que pueden servir para mirar en secreto las cartas objetivo, impedir a otro jugador que siga colocando cartas de camino o, por el contrario, permitir que vuelva a colocarlas eliminando la carta que se lo prohíbe, e incluso una que nos permitirá destruir una carta ya colocada. Si los enanos buenos consiguen desplegar entre todos un camino limpio desde la carta de inicio a la del oro, habrán ganado y se repartirán una serie de pepitas de oro entre ellos. Será labor de los enanos saboteadores impedirlo, para así ser ellos los que se lleven las mencionadas pepitas, pero en la práctica esto sólo se consigue si se acaba el mazo y nadie puede jugar más cartas en un momento dado (en su turno, un jugador siempre coge una carta del mazo tras jugar o descartar una de su mano). La labor del saboteador debe ser astuta y pasar desapercibida, ya que si se descubre muy pronto qué jugador es malo, los demás le harán la vida imposible y le impedirán jugar muchas cartas.
Ejemplos de cartas: de rol (saboteador), de recompensa, de acción y de camino |
Una partida completa a Saboteur consta de tres rondas, en cada una de las cuales se reparten de nuevo los roles, pudiendo por lo tanto un jugador ser bueno o malo de una ronda a otra. El ganador es aquel que consigue más pepitas de oro al final de las tres.
Saboteur es un juego muy sencillito y fácil que puede ser muy adecuado para gente que sólo busque pasar un rato divirtiéndose sin complicaciones, incluso para personas que no sean necesariamente empedernidos ludómanos y se junten con sus amigos a jugar de uvas a peras o con ocasión de alguna cena o reunión. Por su sencillez, también es recomendable para niños a partir de 8 años. Y, además, como ya he dicho, también puede aportar algunos ratos distendidos y más relajados a jugadores más empedernidos. Se disfruta mucho mirando con desconfianza a los compañeros, intentando discernir su “afilicación” como gnomo bueno o malo o, por el contrario, intrigando y maquinando contra los demás esperando que no consigan llegar a su objetivo de encontrar la carta de oro.
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