D & D: toda una leyenda... |
Primer
contacto
Por la época acotada, hacia 1988, un amigo
que, como yo, era aficionado a los juegos de tablero, me habla de un grupo de
conocidos suyos que están jugando a juegos de rol, actividad que me resulta sugerente
y atractiva. Poco después, por casualidad, acabo conociendo a uno de esos
jugadores, Chema L., quien es también un gran apasionado por los juegos de mesa en
general. Es él quien se puede decir que me inicia realmente en los juegos de
rol y me descubre los primeros que conoceré con propiedad, sobre todo los publicados
por la inolvidable JOC Internacional. Mi
primera experiencia con estos juegos es ir con Chema y sus colegas un día al
Casino Viejo de mi localidad y allí, en medio de jubilados, fichas de dominó y
partidas de guiñote, encontrarme entre un grupo de adolescentes confeccionando
una hoja de personaje para Dungeons & Dragons. La preparación del juego
se prolongó tanto que no llegamos realmente a empezar la partida y, hasta hoy
día, tengo que decir que nunca he jugado al más famoso juego de rol de la historia…
Mi compañero de hobby me muestra, además,
otros títulos de esta variante lúdica: El Señor de los Anillos –al que tampoco he
jugado nunca; ni siquiera había leído los libros de Tolkien por aquel
entonces–, Traveller,
de ambientación espacial, Star Wars, RuneQuest o La llamada de Cthulhu, que sí que se va a
convertir en mi juego de rol favorito y en aquel en que he invertido más horas
y partidas en mi vida. El secreto está en que yo por entonces ya me había
convertido en un fan de la literatura gótica y de terror y había comenzado a
leer a H.P. Lovecraft, escritor en cuyos
relatos se inspiraba el juego. Parece lógico que su ambientación me llamara bastante
más que la de otros títulos. De hecho, no tardo mucho en adquirirlo yo mismo y
convertirme en “máster” de mis propias partidas.
Cthulhu
Superstar
Recuerdo muchas sesiones al “Cthulhu”, como
lo abreviábamos los aficionados, entre los últimos 80 y primeros 90. Llegué a
conseguir varios “módulos” o “aventuras” ya fuese comprados o fotocopiados de
mis amigos. Siempre que podíamos, jugábamos por la noche, momento que parecía
más emocionante y adecuado para desarrollar esas partidas misteriosas en la que
los Primigenios de Lovecraft y sus sectarios acechaban y conspiraba contra la
humanidad. Me encantaban las ilustraciones de todos aquellos seres
extraterrestres que adornaban las portadas e interiores de los módulos de La llamada de Cthulhu, e incluso todavía
conservo un libro que los describe y hasta compara sus dimensiones.
Reglamento y módulos para La llamada de Cthulhu, mi favorito |
Mi
breve colección
Poco después me atrevo con mi primer juego de
rol en inglés: se trata de Vampire: The Masquerade, un libro que llegó a mi
vida en un momento en que estaba hechizado por el mito de los vampiros, ya que
sobre éste trataba precisamente el juego. Tenía una cautivadora introducción
“histórica” que detallaba el origen de estos seres, su desarrollo y relación con los
seres humanos a través de los siglos, sus castas y familias, cómo estaba
estructurada su sociedad, etc… Desde un punto de vista literario, todo esto era
fascinante. El juego en sí me resulto menos atractivo al proponer mecánicas y
conceptos demasiado nuevos o atípicos para mí que me hacían complicado
gestionar partidas como máster. No es que le sacara mucho provecho, pero aún
así jugué unas cuantas partidas y hasta acabé comprándome su versión en
castellano cuando apareció tiempo después. Hoy en día sólo conservo la edición
original.
Algo parecido me pasaría con Space 1889,
adquirido también por aquel entonces: me embelesaba su ambientación, la
propuesta temática del libro, sus ilustraciones, pero nunca conseguí exprimir y
disfrutar las partidas al juego apropiadamente. Esta ambientación se inspiraba,
como es fácil adivinar, en las obras de los pioneros de la literatura de
ciencia ficción del siglo XIX y principios del XX: Verne, Welles, Doyle,
Burroughs, etc, y nos trasladaba a una Europa en plena expansión colonialista
que había alcanzado hasta Marte y la Luna. Aún tengo el libro y varios módulos
que compré, y hasta de vez en cuando me siento tentado de intentar recuperarlo
y montar alguna partida, pero tengo la sensación de que mi “etapa rolera” ya
pasó…
Mi último juego de rol fue Werewolf: The
Apocalypse, hace ya más de quince años. Pertenecía a los creadores
de Vampire (White Wolf) y ampliaba su
línea de juegos World of Darkness,
que posteriormente se completaría con varios títulos más, cada uno centrado en un
tipo diferente de ser sobrenatural. Como con su antecesor, quedé atrapado por su
estupenda ambientación, por cómo sus autores habían tomado un mito milenario y
lo habían hecho creíble, pero aún le saqué menos partido que al otro. Con el
tiempo, acabé regalándolo y no he vuelto a comprarme ningún juego de rol desde
entonces. En todo lo que llevamos de siglo, creo que he jugado como mucho 2 o 3
partidas “a rol”, y siempre ha sido a mi vieja edición de La llamada de Cthulhu (evidentemente, ha sido remozada con los
años, aunque yo sigo conservando la versión de JOC Internacional de los 80).
Tablero
vs. Rol
¡Me encantan los coloridos y multiformes dados para juegos de rol! |
Esa inacabable libertad que te dejan, por último, los juegos de rol, al no tener que ceñirte a una limitación física como puedan ser las casillas o espacios de un juego de tablero, también se me atraganta a veces cuando juegas con jugadores que se toman literalmente al pie de la letra lo de que “puedes hacer lo que quieras”. Precisamente, la dificultad de encontrar personas que se interesen por participar seriamente en una partida de rol ha sido casi una constante en muchas partidas, ya que, lejos de lograr la ambientación necesaria (sobre todo en juegos de terror como el Cthulhu) las sesiones acaban distendiéndose y convirtiéndose casi en una charla de bar a la que sólo le faltan las cervezas y las papas. Por el contrario, en los pocos momentos en que todo el grupo logra meterse en la historia y vivirla, en esos ratos en que la imaginación de los jugadores alcanza una especie de casi perfecta comunión, he llegado a disfrutar de buenas partidas.
Mientras que tengo claro que seguiré jugando
a juegos de tablero durante muchos años, no estoy tan seguro de si volveré a participar
en partidas de rol. No desecho la idea, pero no me atrae especialmente en esta
etapa de mi vida. Sí que guardo muy buenos recuerdo, por supuesto, de aquellos
primeros años en que los descubrí y de las muchísimas partidas que jugamos a La llamada de Cthulhu.
(Este artículo se lo dedico a Chema L., a
pesar de que no se digna ni a poner un comentario en el blog. ¡Echo de menos
aquellos tiempos y partidas!)
Que recuerdos... gracias por el aporte :-)
ResponderEliminarUn saludo.