Título perteneciente a la serie “Games for
Two” de la casa alemana Kosmos, con su
correspondiente versión en inglés gracias a Rio
Grande Games. Como es fácil deducir, se trata de una colección de juegos
de mesa pensada para dos jugadores y de una duración más o menos corta (30-60
minutos la mayoría). Tengo varios de ellos y, con algunas excepciones, la gama
me gusta bastante.
Este Dracula
del diseñador Michael Rieneck con bonitas
ilustraciones de Bernd Wagenfeld fue el
primero que adquirí, aunque lo hice algunos años después de su aparición
original en 2003. Naturalmente, se inspira en la celebérrima novela de Bram
Stoker y tiene como protagonistas al conde vampiro y a su archienemigo Van
Helsing, que se enfrentarán en Londres, en un tablero que representa parte de
éste y que está dividido en doce casillas/localizaciones.
Cada jugador comienza la partida con la
figura del personaje que haya elegido en su posición definida de salida, cuatro
cubos de energía, 10 cartas de acción y 15 cartas de encuentro. Además, ambos
contrincantes pueden hacer uso de cuatro barreras, representadas en forma de
palitos de madera de diferentes colores.
Transcurso de una partida |
El tablero sin cartas |
Ejemplos de cartas de encuentro |
Seguidamente, el jugador tiene la opción de mirar en secreto la carta de encuentro que hay en su localización: si es uno de sus objetivos, lo revela y se lo queda, sustituyendo esta carta por una de las suyas que conserve en mano. En el momento en que un jugador encuentra sus cinco cartas objetivo, ha ganado la partida. Si la carta revelada es el objeto especial de su enemigo (la cruz de Van Helsing o el amuleto de Drácula), perderá un cubo de energía. Si la carta resulta ser un agente de su oponente, deberá combatir contra él con una carta de acción que supere la fuerza de éste. Si es así, lo destruye y pone una carta suya. Si el agente tiene más fuerza, le causa al jugador la pérdida de un cubo de energía. Si ambos están empatados, no ocurre nada. Por último, si un jugador revela una de sus propias cartas, puede cambiarla por otra de su mano, o incluso fingir que lo hace y volver a dejar la misma. Es fácil confundirse durante la partida y no recordar bien qué se esconde en cada localización, puesto que las cartas de encuentro pueden ser cambiadas como se ha visto e incluso movidas de un sitio a otro y, además, al principio se reparten al azar. De hecho, una baza importante en la partida es tener buena memoria para recordar qué carta hay en cada sitio que ya has visto. También hay que hacer notar que cada turno se juega una única carta de acción por jugador, que se utiliza tanto para el movimiento como para el posible combate, y a veces no será fácil escogerla porque ambos valores pueden estar muy desproporcionados, o ser propicios para una cosa, pero no para otra.
Las dos últimas opciones que nos da una carta
son una habilidad especial (no todas la
tienen) que nos puede permitir recuperar uno de nuestros agentes destruidos,
mirar una carta de encuentro, mover, etc, y situar
una barrera (o cambiarla de posición si ya está en el mapa). La carta
nos indicará bien un color concreto, o bien el color gris, que nos permitirá
mover la barrera de nuestra elección. Las barreras se sitúan entre dos
localizaciones para impedir el movimiento –tanto del rival como propio– entre
ellas, aunque está prohibido dejar una zona del tablero sin acceso (es decir,
rodeada de barreras).
La partida continúa de este modo hasta que
ocurren una de tres posibles cosas: un jugador encuentra sus cinco cartas
objetivo, pierde todos sus cubos de energía (esta regla es opcional pero recomendable)
o se encuentra con su enemigo y le obliga a revelar las cartas de encuentro que
tiene en mano. Si al hacerlo, se descubre que uno de los dos rivales no tiene
cartas objetivo en el tablero (están todas en la mano excepto las que puedan haber sido
encontradas por su enemigo), el contrario también gana la partida (el jugador
activo en caso de que ambos cumplan esta condición).
Dracula, en definitiva, es un juego de
mecánicas sencillas pero con su pequeña y agradecible complejidad y su buena
parte de diversión que obliga a planificar muy bien la estrategia a seguir de
cada jugador, el reparto que ambos hacen de sus cartas en mano y en el tablero,
y que tiene hasta un componente de faroleo derivado de este reparto.
Personalmente me parece bastante ameno e interesante para jugar cuando sólo
se reúnen dos personas aunque obviamente no es muy largo (60 aprox., que
pueden extenderse si los participantes lo dominan muy bien). Además, se
ambienta en una novela, en un personaje y en una época que me gustan mucho.
(Títulos
que componen la colección “Games for Two”: http://www.boardgamegeek.com/wiki/page/Kosmos_two-player_series#)
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