Despliegue inicial. El terreno, dividido en cuadrados, es bastante atípico en los wargames |
Si una carta se gasta para mover unidades, el
jugador propietario reparte los puntos como quiera entre las fichas que aún no
hayan movido en la actual ronda. El encaramiento es importante, y se señala en
las fichas con una flecha. Cambiarlo también cuesta puntos de movimiento.
Aparte de esto, no nos encontramos con los habituales cambios de formación más
complicados y típicos de otros juegos napoleónicos. El terreno, como es
habitual, también dificulta el movimiento, obligando a los jugadores a pagar
más puntos para atravesar bosques, colinas, edificaciones, arroyos…
El uso de una carta, ya sea para movimiento o
por su acción especial, permite al jugador iniciar una batalla en cualquier
lugar del tablero. Esto se hace, naturalmente, entre fichas adyacentes
ortogonalmente, debiendo el atacante tener las suyas encaradas correctamente
hacia el objetivo enemigo. Básicamente se suman los puntos de fuerza de las
fichas de cada bando, y se comparan para ver cuál es el ganador, por supuesto,
el que tenga un total mayor de estos puntos. Atacar a una unidad por su flanco
o retaguardia dobla o triplica la fuerza de una ficha, como también lo hacen
las cargas de caballería. El defensor, claro está, también obtiene beneficios
por el terreno en el que defiende. Finalmente, ambos jugadores podrán añadir al
total de sus puntos los de una carta de su mano. Ni qué decir tiene que el uso
de uno u otro apartado de una carta –movimiento, combate o acción especial– es
exclusivo, y el jugador debe decidir de qué manera le conviene más usarla.
Los marcadores grises indican que la ficha ya ha movido |
Una curiosa particularidad de este juego es
la posibilidad de que participe un número de jugadores tan inusual como tres.
Esto es así porque, a partir de su segundo turno, y de una manera gradual,
comienzan a llegar las fichas de una tercera potencia, Prusia. Aunque su
ejército es mucho más modesto y menos numeroso que el de Inglaterra y sus
aliados, su participación es decisiva en la partida, y sus tropas pueden ser
gestionadas por el mismo jugador que lleva a la anterior nación o, como se ha
dicho, por un tercero.
Y, para acabar, pues remitirme a lo que ya he
adelantado: sencillo, barato y bonito. No será el wargame más apasionante, complejo
o riguroso que exista sobre la batalla, pero puede servir para que alguien se
inicie en esta variante de los juegos de estrategia o para ya iniciados que no
quieran complicarse demasiado o deseen acabar la partida en una tarde.
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